Pertenece a la familia de las Liliáceas, como el ajo y la cebolla (de reconocidas acciones terapéuticas). Existen más de 300 variedades de Aloe, la más apreciada es la Aloe Barbadensis (Miller).
Las hojas son carnosas, gruesas, afiladas y de borde espinoso en cuyo interior se esconde el preciado gel, cuyo sabor amargo y aroma desagradable actúan como defensa ante posibles depredadores y
como repelente de insectos. El hábitat donde se localiza es de tipo desértico, su necesidad de luz elevada y la de agua escasa, ya que la retiene en su tejido parenquimático (mucílago) como reserva.
Las mayores plantaciones de Aloe Vera en el mundo se encuentran en el sur de EEUU y, sobre todo en México, donde se denomina “Sábila”, considerándose esta variedad mexicana la de mayor riqueza biológica
a nivel mundial.
HISTORIA
Alejandro Magno se abastecía de ella para curar las heridas de sus soldados, también los diarios de Marco Polo y Cristóbal Colón hacen alusiones a su utilización. Nefertiti y Cleopatra la empleaban con regularidad, rumoreándose que su legendaria belleza se debió en parte a esta planta.
Los pueblos nómadas siempre la llevaban consigo, cultivándola si se asentaban temporalmente. Entre otros, los chinos la usaban para aliviar las molestias estomacales. En la India se usaba en el tratamiento de las irritaciones de la piel y los árabes la utilizaban como loción humectante. En la historia más reciente, en Japón se aplicó con éxito para el tratamiento de las quemaduras que sufrieron las víctimas de la bomba atómica.
El primer reconocimiento de las propiedades de la planta data de los años 30, donde dos médicos de Maryland descubrieron que al aplicarla sobre la piel ulcerada o quemada por los rayos X, las lesiones curaban con una gran rapidez. Esto despertó el interés de muchos dermatólogos y pronto aparecieron nuevos informes confirmando el potencial de esta planta en el campo de la medicina. Se han llevado a cabo diversos estudios en prestigiosos centros como el Instituto de Ciencia y Medicina Linus Pauling en California, Universidad de Chicago y Japón, donde se han testado y documentado las numerosas y espectaculares propiedades de esta planta.
USO EXTERNO
Las más generalizadas y reconocidas son su capacidad de regeneración y cicatrización de pequeñas heridas, cortes y quemaduras, a la vez que alivia las molestias asociadas a estas lesiones. Actúa como agente antiinflamatorio, suavizante, hidratante profundo y alivia el dolor de las quemaduras solares. Posee un importante efecto inhibidor de la producción de los mediadores de la necrosis dérmica progresiva.
Actúa como protector y regenerador dérmico, ejerciendo sobre la piel una profunda acción bactericida, antialérgica y antiséptica. Estas propiedades regeneradoras se deben fundamentalmente a su rica composición, vitaminas A, E, C, B1 ,B2, B6 y B12; los azúcares vegetales: glucomanano, pentosa, hexosa, galactosa; aminoácidos, y variados oligoelementos como el germanio orgánico, hierro, magnesio, zinc, azufre y manganeso, que lo convierten en un activo estimulante celular, cuyas principal actividad cosméticas consiste en regenerar las fibras elásticas de la piel (elastina y colágeno) y estimular la producción de células epiteliales.
Al regenerar la piel a nivel profundo, tiene una acción atenuadora y preventiva de las estrías postparto en zonas como abdomen y senos.
La acción drenante y purificadora se produce por la combinación del ácido urónico y los aminoácidos, especialmente valina, fenilalanina, leucina y lignina.
Es muy importante tener en cuenta su poder astringente, de ahí que los productos comerciales combinen el Aloe con otros ingredientes como la vitamina A, E, Lanolina y otros elementos humectantes y suavizantes para ampliar e intensificar su efectividad.